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Profesport: Sí al trabajo de “fuerza” en niños

En un reciente estudio se concluye que el trabajo con cargas en los jóvenes no sólo no es perjudicial para el crecimiento y la fuerza, sino que es beneficioso. En esta revisión de Pediatrics, los investigadores analizaron los estudios de 60 años de jóvenes y halterofilia, que comprendían niños de entre 6 y 18 años. Los científicos encontraron que, niños y adolescentes, se beneficiaron del entrenamiento con pesas.
La conclusión general de todos los investigadores fue que “a pesar del estado de maduración, niños y adolescentes generalmente parecen capaces de aumentar su fuerza muscular.”

También es interesante destacar que los jóvenes consiguen su mejora de la fuerza en base a mecanismos neuromusculares, no en base a la hipertrofia. En otras palabras, los músculos de los jóvenes, previo al pico de testosterona, no aumentan excesivamente de tamaño sino que mejoran sus mecanismos de control y de activación a la hora de trabajar con cargas o enfrentarse al movimiento.

En este sentido, si un niño se sienta delante de una pantalla o de una pizarra durante horas, y después se levanta para ir al campo de fútbol o de baloncesto, no es de extrañar que no tengan la suficiente resistencia en sus tejidos para soportar las fuerzas involucradas en sus deportes. Esto contribuye a la lesión. De esta manera el entrenamiento de fuerza es capaz de disminuir la incidencia de lesiones tanto en atletas jóvenes como en futuros deportistas de élite y no al contrario.

La edad ideal para empezar el entrenamiento de fuerza se sitúa entre los 7 y los 12 años. Este trabajo de fuerza no tiene por que implicar necesariamente pesas convencionales. El cuerpo no entiende de mancuernas, barras o discos. Un balón medicinal, el propio peso del cuerpo o palos de escoba pueden ser igual útiles para desarrollar la fuerza en adolescentes. Conforme avanza la maduración, el uso de cargas más pesadas es realmente beneficioso para continuar las mejoras de fuerza.

La halterofilia ha sido injustamente considerada como un deporte que impedía el correcto crecimiento de los niños, y que condicionaba una baja estatura entre sus participantes. Esta conclusión errónea se basa en la mera observación de la baja estatura de los competidores en halterofilia. Hemos visto que esta baja estatura les ofrece una ventaja mecánica, pero no es una consecuencia de su entrenamiento.

El crecimiento de los huesos largos se produce a través de los cartílagos de crecimiento, que una vez se osifican, pierden la capacidad de continuar creciendo. La lesión de esta placa de crecimiento, durante el desarrollo del niño, puede resultar en un retraso del crecimiento de ese hueso largo en concreto. Un registro de lesiones en adolescentes nos muestra que no existe relación entre el daño en el cartílago de crecimiento y la halterofilia. De hecho, los deportes que más incidencia tienen en el daño del cartílago de crecimiento son el fútbol, el baloncesto, el fútbol americano, el patinaje y el ciclismo.

Una planificación sensata y supervisada del entrenamiento de halterofilia, no sólo es segura para el niño, sino que aporta ventajas en su desarrollo, tales como la mejora de la fuerza, la velocidad, la autoestima y la resistencia a las lesiones.

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